Me morí de nada.
De no sentir nada,
de no decir nada,
de no expresar nada,
de no proponer nada.
Cuando la molestia me invadía,
nada salía de mi boca
Pero algo más desalentador,
cuando el placer tocaba a mi puerta,
nada pudo salir de mi boca.
Porque el rencor bloqueo todo lo bueno que podía expresar.
Así fue como,
nada me alejó,
nada me enfrió,
nada me apagó.