He enfermado, dicen los ecos de mi casa
que mi rostro más pálido está, comentan con preocupación,
Me aconsejan comer mejor, vivir con más pasión.
Un viaje he decidido emprender, buscando el remedio que alivie mi dolor.
Mis síntomas, cuentan entre mis amigos,
Creen que el aire que ahora respiro ha nublado mi razón,
Y una tarde de risas será mi salvación.
En un bar, entre consejos y una vieja canción,
los bohemios que a mi historia pusieron atención,
me dicen que el alcohol limpiará mi corazón.
Los más románticos han mencionado,
que al exponerlo a la tormenta, por el frío fue aprisionado,
sugieren que con el calor del amor avivado, su palpitar será restaurado.
En mi mesa pues, una colección de remedios y consejos,
píldoras de sonrisas, jarabes de sueños lejanos,
caminatas que prometen ser curativas, mejor si son compartidas.
Pero nada, nada parece aliviar estos pesares tan humanos.
Llegada la noche al cielo he gritado mi pesar bajo la luna,
ella con su manto de estrellas me asegura,
con una brisa susurra, que solo el tiempo me dará la cura.
Quizás no solo de medicinas vive el hombre,
Sino también de las historias que su alma nombra,
Y en cada verso, un paso hacia la luz que asombra.
Añado entonces versos a mi receta,
palabras que alivian, consuelan y liberan,
pues en la poesía encuentro un refugio, una puerta secreta.