Tus ojos, hogar de la más pura sinceridad,
un espacio que con amor guardabas para mí.
Que sin saber cuidar, y de forma malagradecida,
quizás de muerte herí.
Tantas lágrimas en ellos provoqué,
que terminaron por inundarlos.
Siendo tan bellos, fueron opacados,
por la tristeza de un ser que dejó de cuidarlos.
Reflejando un dolor que no supe sanar.
Con un egoísmo aparentemente insaciable,
mi vacío robó su paz de tanto hacerlos llorar,
trayendo tormentas, provocando tempestades,
que valientemente y protegiendose ellos,
me hicieron naufragar donde no los pudiera lastimar,
simplemente en el horizonte observar.
Ver cómo donde alguna vez hubo un amanecer,
ahora solo quedaba el descenso
de un adelantado ocaso,
que yo mismo pinté, sin poderlo ya desvanecer.