Me gusta ver sonrisas dibujadas en los extraños,
las que nacen sin motivo ni intención,
surgen de un momento en el que las miradas se cruzan,
encontrando complicidad,
se reconocen como igual, hablando un lenguaje universal.
Un instante en el que somos más humanos,
menos ajenos.
Tesoros ocultos en la cotidianidad,
cada vez más escasos de encontrar en la gran ciudad.