Hasta este punto he perdido por completo la cronología de los sucesos. Todo comenzó cuando crucé aquel portal, siguiendo la silueta de una figura humana que me guiaba a un destino desconocido. Al otro lado, el sonido de aves suaves llenaba el aire, y ante mí surgía un riachuelo, cristalino y apacible. Animales deambulan en un vasto campo abierto, pero esa paz es efímera.

Un eco de tambores se alza, perturbador, su sonido arrastrando la atención de las criaturas que comienzan a huir. Cada golpe de tambor acelera, y ante mis ojos, enormes edificaciones emergen en el horizonte. Rascacielos que parecen desafiar al cielo mismo, bloqueando el sol, sumiendo todo en sombras de hormigón y vidrio que me rodean, que aun siendo de cristal no puedo ver su interior, impenetrables. Solo cuando los tambores cesan, el crecimiento de estas estructuras se detiene.

Luego, sin previo aviso, los tambores retornan. Pero su ritmo ha cambiado, difícil de describir, pero de alguna manera me inspira. Los edificios arden lentamente, desmoronándose uno a uno. El sol, oculto hasta ahora, vuelve a asomar entre las ruinas. Sin embargo, ya no hay campos ni vida, solo desolación y polvo bajo mis pies. ¿Es este el final, o un nuevo comienzo?

Soltando mi identidad

La noche cae sobre este paisaje desierto. En mi andar, una bandera de México ondea ante mí, y al levantar la mirada, el cielo se transforma en una pantalla donde se proyecta una celebración. Trompetas resuenan en el aire, mariachis tocan, y la gente baila en una fiesta vibrante y alegre. Todo pasa ante mis ojos como si fuera una película.

Poco a poco, la escena cambia. Un sombrero de charro se convierte en uno de paja, ahora llevado por un anciano que baila y zapatea en el centro de una plaza que reconozco: es mi ciudad natal. Las calles familiares, los colores vibrantes, todo me sonríe con nostalgia. Pero, al igual que antes, estas imágenes comienzan a desvanecerse, dejándome una vez más solo en el campo.

Por un momento, pierdo mi forma física. Ya no soy carne ni hueso, sino solo un ente luminoso, una energía flotando en el vacío.

Pasado, futuro y el PRESENTE

Estando solo en este campo, empiezo a sentir mi costado derecho frío, como si una ráfaga de viento golpeara mi cuerpo. Al ver mi vientre, noto que estoy herido. Es extraño, porque pareciera como si mi cuerpo fuera de cristal y estuviera estrellado; por esa fisura mana un líquido blanco. No siento dolor, solo una suave especie de desolación. Intento taparla con mis manos, pero no es posible. El líquido crece hasta convertirse en un río, y al parpadear, estoy navegando en este flujo de color blanco, solo flotando, con la vista al cielo. De pronto, escucho una voz que, de manera clara y pausada, repite las siguientes palabras: “Te han herido… te han amado… has amado… y ahora, has sanado”.

Cuando termina de decir la frase, siento como si mi pecho se presionara, y una lágrima brota mientras sigo flotando sobre el flujo, dejándome tendido sobre el campo. El arroyo quedó atrás. Nuevamente, de cara al cielo, con la boca seca. Frente a mí había un árbol enorme; se podía observar un tronco grueso y fuerte. Las hojas del árbol crecían de manera cónica, cubriéndome con su sombra. Lo extraño era la forma de las hojas: parecían moverse en espiral hacia la punta del árbol, y el verde de las hojas era de un color muy brillante. Recuerdo sentir mi respiración agitada y los labios partidos, secos, aún con sed.

De las hojas de este árbol cayeron un par de gotas en mi boca, y la sensación de sed quedó saciada; ya no sentía mis labios resecos. Entendí que todo estaría bien; Comprendo entonces que, aunque no lo sepa aún, estoy preparado para enfrentar lo que vendrá. Mi madre naturaleza me dotará de las herramientas necesarias cuando sea el momento.

De vuelta a las raices.

Mi cuerpo, ahora satisfecho, comienza a ser reclamado por la tierra. Raíces y hierbas me envuelven, tirando de mí hacia abajo hasta cubrirme por completo. Al parpadear, me encuentro en un lugar cálido, iluminado por una suave luz roja. Todo a mi alrededor late con un ritmo lento y constante, una paz indescriptible me envuelve. La forma mas simple como lo puedo describir seria como estar dentro de un corazón; podría estar en el vientre de mi madre, tal vez. No lo sé, pero la sensación es de puro amor y protección.

En este estado de plenitud, dos pensamientos invaden mi mente: desearía tener junto a mí a mi familia—mamá, papá, mi hermana—y a mi perro. Quiero que sientan lo que yo siento ahora, este amor que me llena de una felicidad inexplicable, transmitirlo a ellos.

En ese estado transcurrieron unos segundos hasta de poco a poco todo se iba obscureciendo hasta que entre en otra dimension donde todo se ilumino de golpe.