Estoy a miles de kilómetros del espacio al que puedo llamar mi hogar, en un lugar llamado “La Fortuna”, que curiosamente me recuerda la verdadera fortuna que es estar vivo. Todo aquí parece tan naturalmente vivo que las palabras se me escapan, pero quizás ahí reside lo maravilloso: en la belleza de las cosas tan simples que resulta poetico.

La fortuna de sentir las gotas de lluvia caer sobre el rostro, mientras el sendero se extiende.

Recostarse en el pasto, ver las aves volar en el cielo, y cómo las nubes avanzan lentamente en su viaje sin destino.

Meter los pies en el riachuelo, sentir el frescor recorrer el cuerpo, tomar el agua entre las manos y dejar que el cuello lo sienta.

Saborear el kiwi más suave, jugoso y dulce, que alguna vez la boca haya probado, siendo un regalo de la tierra.

Dormir bajo el brillante manto de las estrellas, que cubren todo lo que la vista alcanza.

Intercambiar una sonrisa con quien hasta hace cinco minutos era una persona extraña.

Mi intención no es sonar pretencioso, solo quiero dejarme un mensaje, para esos días en los que necesite recordarme la fortuna que es estar aqui, vivo, presente, en este instante.

Disfrutando el ahora.
Sintiendo el ahora.
Preocupandose solo por el ahora.
Viviendo el ahora.
Amando el ahora.

Carajo… qué dicha es estar vivo.